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“Estoy muy a gusto en Barcelona”

"Estoy muy a gusto en Barcelona"

Entrevistamos a Manuel Ruiz (Soria, 1942), un hombre culto aficionado a la música y al cine. Nos cuenta su historia y su vida actual en Ronda de Dalt Residencial.

La ermita de Nuestra Señora de la Soledad de Soria, ciudad en la que nació, un puesto de flores en la barcelonesa travessera de Dalt y una parte de la que fue su torre en Lliçà d’Amunt. Son lugares que Manuel ha querido inmortalizar a través de la pintura y que decoran su habitación. El cuadro de su antigua torre lo pintó en 1987 y es el que ilustra esta entrevista, enmarcada en la iniciativa Recortes de vida. Trayectorias vitales para entender nuestra historia, un ciclo de entrevistas en profundidad con residentes del centro con el objetivo de escucharles y de poner en valor sus historias.

¿Qué más aficiones tiene?

Me gusta mucho la música y el cine. Aunque escucho música muy variada, mi favorita es la clásica, sobre todo la barroca. De joven era más seguidor de la música popular. Si tuviese que destacar un artista, diría Joan Manuel Serrat.

¿Y qué tipo de cine le gusta?

Especialmente las comedias americanas de los años cincuenta, no las posteriores, que considero demasiado consumistas. Ahora ya no voy al cine, pero en el residencial programan sesiones con una buena selección de películas.

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de una sala?

Es en un cine de Soria, sobre el año 1952. En aquella época no había todavía televisión y el cine era una fiesta. Además, en una localidad pequeña, ir al cine no era solamente ir a ver una película, sino un acto social, un punto de encuentro.

¿Y qué recuerdos tiene de su infancia en Soria?

Los típicos de una niñez en una ciudad pequeña. Crecí en un barrio popular donde todos nos conocíamos y fue muy agradable. Mis padres, además, eran muy buenos. Sí que fue un poco triste ser hijo único, porque me hubiese gustado tener hermanos. Cuando se inició el desarrollismo en los sesenta, mucha gente compró el coche y Soria ya se quedaba pequeña. Las conversaciones giraban en torno a los planes que habías hecho el fin de semana con el coche, ya fuera de la ciudad.

¿Cuándo ha estado allí por última vez?

Hace apenas dos años, en 2020. Encuentro que Soria no ha cambiado mucho con el paso de los años más allá de las variaciones típicas de cualquier sitio.

¿Y qué le llevó a dejar Soria?

Me fui a Madrid para estudiar Ingeniería Técnica de Obras Públicas y, cuando terminé la carrera, me ofrecieron trabajo en Barcelona, y por eso me vine a esta ciudad.

¿Cómo fue su experiencia universitaria en la capital?

Fue fascinante. Para un chico como yo que venía de Soria, todo era nuevo, todo era interesante. Me imagino que ahora la sensación para los jóvenes debe ser parecida, aunque en aquel entonces todavía no estaba tan extendido que la gente fuese a la universidad.

¿Tuvo algún choque cultural?

Sí. Yo estaba acostumbrado a una ciudad en la que todos, más o menos, nos conocíamos, y eso en Madrid, por supuesto, no era así. Si el cine, por ejemplo, era un acto social en Soria, en Madrid, y también en Barcelona, era simplemente ir a ver una película.

¿En qué año llegó a Barcelona?

En 1960.

¿Qué le pareció aquella Barcelona?

Me decepcionó un poco porque no estaba a la altura de lo que le correspondía por población y ubicación. Eso cambió con la transformación urbanística aparejada a la celebración de los Juegos Olímpicos, que supuso una gran mejora.

¿Estuvo involucrado en esa transformación?

Sí, aunque menos de lo que me hubiera gustado. Mi trabajo fue más en la sombra, pero como ingeniero en el Ayuntamiento de Barcelona sí que estuve vinculado al proceso.

¿Y qué le parece ahora Barcelona?

Ya no salgo mucho, pero lo que más me gusta de la ciudad es que estoy muy a gusto en ella. Es bastante europea, más que otras.

¿Le gusta viajar?

Sí, he viajado mucho por Europa y por el mundo.

¿Cuál es el viaje que más recuerda?

París, por ser mi primer viaje. Aquel París de los años cincuenta y sesenta era libertad. Me gustó mucho el urbanismo y lugares concretos como la plaza de la Concordia y los Campos Elíseos. Ahora sigue siendo una maravilla.

¿Qué le gusta hacer en su día a día?

Pues me he vuelto muy vago. [Ríe] Hago las actividades del residencial, sobre todo gimnasia, también paseo y miro la televisión.

¿Cuál es su primer recuerdo de una televisión?

Mi primer recuerdo es a través del cine, de las televisiones que tenían las familias americanas en las películas. En casa no teníamos y la veíamos en las casas de las familias un poco más acomodadas.

¿Echa algo en falta de su vida en el centro?

No, hay muchas actividades. Además, el centro es muy limpio, está bien ubicado y funciona razonablemente bien.

¿De qué se siente más orgulloso?

De mi capacidad de entender a la gente, de ser sociable.

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