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“Me hubiese gustado estudiar Medicina”

"Me hubiese gustado estudiar Medicina"

Entrevistamos a Conchita Fernández (Barcelona, 1931), una mujer resiliente y trabajadora. Nos cuenta su historia y su vida actual en Ronda de Dalt Residencial.

La vida de Conchita no ha sido fácil. De pequeña, le tocó vivir el horror de la Guerra Civil y las penurias de la posguerra. Tampoco pudo elegir entre estudiar o trabajar. Quiso ser médica, pero la vida le obligó a trabajar desde bien pequeña. Su resiliencia le ha permitido superar todos los obstáculos, formar una familia de cuatro hijos y estar, a sus 91 años, llena de vitalidad. Justo después de esta entrevista, enmarcada en la iniciativa Recortes de vida. Trayectorias vitales para entender nuestra historia, un ciclo de entrevistas en profundidad con residentes del centro con el objetivo de escucharles y de poner en valor sus historias, tenía que ir a clase de cerámica. También asiste a las sesiones de bingo organizadas por el centro.

¿Cuáles son sus aficiones?

Me gusta leer y escuchar música. Como ya no puedo leer porque me lloran los ojos, escucho audiolibros con la aplicación Storytel. También me gusta pintar: me encanta Barcelona y he pintado lugares como la Casa de las Conchas [un edificio en la confluencia de las calles Balmes y Córcega que fue derruido en 1966] y la Sagrada Familia.

¿Qué tipo de libros le gustan?

De historia sobre todo. Cuando era pequeña y me puse a trabajar, en los momentos libres de mi jornada, cogía y ojeaba unos álbumes gruesos sobre la historia de distintas dinastías que había en mi lugar de trabajo.

¿Ha viajado?

Solamente he estado en Países Bajos y en Francia. Cuando mi marido se jubiló, quiso cumplir su deseo de viajar por primera vez y de hacerlo además a Países Bajos, donde quería ver en persona las compuertas que este país había construido sobre el agua para controlar las subidas del nivel del mar. Me gustó mucho el país. En Francia estuve por una excursión muy breve que hice a Niza en autocar. Si mi economía me lo hubiese permitido, habría viajado más.

[Conchita nos explica que antes de tener los ojos llorosos, usaba el ordenador para viajar. “El ordenador es una ventana al mundo”, nos comentó]

¿Qué recuerdos tiene de su infancia?

Un momento que nunca se me olvida es un día en el que, mientras cruzaba la Diagonal, a la altura de la calle Provenza, y de camino al colegio, empezaron a sonar las sirenas antiaéreas. Corrí, asustada aunque aleccionada de lo que tenía que hacer en una situación así, y una señora que estaba cerrando la puerta del portal me metió dentro de un tirón para resguardarme. Pasado el peligro, salí y seguí con mi ruta para la escuela. Eran tiempos de guerra, corría para ir al colegio.

[La guerra civil española estalló cuando nuestra entrevistada tenía 5 años. Durante la charla, nos relata vivencias de algunos episodios históricos como el primer bombardeo sobre la ciudad de Barcelona por parte de una embarcación italiana el 13 de febrero de 1937. La mayoría de aquellos proyectiles cayeron sobre el Eixample, el distrito en el que vivía Conchita, se sospecha que con el objetivo de atacar la fábrica Elizalde, en donde se producía material bélico. La madre de la entrevistada trabajaba allí cosiendo ropa para los soldados. También recuerda la entrada por la Diagonal de las tropas franquistas, el 26 de enero de 1939, acompañados de la Guardia Mora. “Era la primera vez que veía a moros y ya después de ese día los veía por todas partes”, relata Conchita. En la puerta de su colegio, nos cuenta, vendían chocolate a los niños a cambio de duros]

¿Cómo vivió el final de la guerra?

Llegó la paz pero pasamos mucha hambre. Recuerdo que íbamos a comprar comida a las mujeres estraperlistas que se colocaban en Travessera de Gràcia, a la altura de Milà i Fontanals. Vendían hasta las hojas de la lechuga que estaba para tirar. El pan recuerdo que lo tenían escondido en bolsas dentro de sus faldas.

¿Le gustaba ir al colegio?

Sí, aunque solo pude ir hasta los 9 años, y ya desde entonces no he estudiado más. Me gustaba mucho cuando hacíamos actividades de lectura, ya que teníamos una profesora de León que pronunciaba muy bien el castellano y que nos enseñó a leerlo igual de bien. Me hubiese gustado estudiar Medicina, porque me gusta ayudar a la gente, pero mis padres me dijeron que, por un tema económico, no podía ser y lo acepté.

¿Empezó a trabajar pues?

Sí, ya con casi 10 años. Hasta los 14 no se podía, pero yo iba a casa de un dentista y me dedicaba básicamente a abrir y cerrar la puerta. Ya con 12 años, entré en una fábrica de tejidos para calcetines de hombre que había al lado de mi casa. Era alta y tampoco me quedaba mucho para cumplir 14, así que el encargado de aquella fábrica hizo la excepción y me contrató. Allí estuve hasta que me casé con 20 años.

[Ya casada, Conchita y su marido crearon una familia de 4 hijos. Él era pluriempleado y ella trabajaba en casa de costurera. Cosía a máquina puños y cuellos de camisas para hombre, un oficio que le enseñó su madre. Gracias a su esfuerzo, pudieron escolarizar a todos sus hijos en un colegio de pago con el que se aseguraron darles una educación de calidad]

¿Le gusta la Navidad?

Me encanta. Antes salía siempre a ver las calles con la iluminación navideña, pero hace casi 5 años que no lo hago por mis problemas de movilidad. Para estas fechas, viene mi familia a buscarme y las paso junto a ellos.

¿Qué le gusta de Ronda de Dalt Residencial?

Todo en general, pero especialmente el trato de las trabajadoras. Son muy atentas y estoy muy contenta aquí.

¿Echa algo en falta de su vida en el centro?

Me gustaría que hubiese un coro, ya que hace años, en un centro social en el que estaba inscrita, se hacía y me aficioné mucho.

¿De qué se siente más orgullosa?

De haber tenido a mis 4 hijos.

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